El período barroco tuvo un impacto significativo en la arquitectura italiana porque se caracterizó por la extravagancia, la grandeza y el sentido del drama. Muchos líderes de la época encargaron a los arquitectos la construcción de grandes edificios, iglesias y palacios en toda Italia, que a menudo presentaban llamativas fachadas, cúpulas, elaboradas esculturas e impresionantes decoraciones interiores. Este estilo enfatizaba el drama, utilizando luces y sombras para crear una sensación de teatro, y muchos arquitectos italianos experimentaron con nuevas técnicas y materiales para lograr estos efectos. Este período condujo a la creación de estructuras barrocas icónicas como la Fontana de Trevi en Roma, la Basílica de San Lorenzo en Turín y el Palacio de Versalles en Francia, todo lo cual dejó un impacto duradero en la arquitectura italiana.
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